¿AMERICANIZADO?
Y repito el título, que tiene moya de sobra para rebanarse un rato los sesos. ¿Americanizado? ¿Quién? ¿Yo? ¿Nosotros los españoles? ¿El Mundo entero, quizás? ¿Por qué íbamos a estarlo?
Que se me caiga la baba cada vez que veo al Bruce Willis ese, dando pistoletazos y puñetazos a diestro y siniestro, no es para etiquetarme de “Americano”.
¡Hombre! Para no disfrutar con sus películas. Si a todo el que conozco se ha criado con “Las Junglas de Cristal”; o con Stallone y sus “Rambos”.
¡Vamos! Que cuando te pregunten por tu actor favorito, y pienses antes en Clint Eastwood que en Alfredo Landa o en Paco Martínez Soria, no es culpa del cine estadounidense. Es por culpa de las películas españolas, que son muy malas.
Después de todo, no está de más que tengamos un gesto de buena fe, y le demos una oportunidad a las películas extranjeras. No sé,… ¡De Estados Unidos, por poner un ejemplo! Ese país (que no es América, por cierto), que tantísimo ha sufrido en el pasado. Podía haber dicho Portugal, Italia o Francia, que están más cerca, pero me he aventurado al cine del otro lado del Gran Charco.
Y para que lo entendáis. A mi parecer, a la joven Nación hay que compararla con un niño llorón y feo, con aparato de dientes, gafas de culo de vaso y sobrepeso. El pobre se siente sólo. Ha sido traslado recientemente a un pabellón donde conviven los niños mayores, los cuales se burlan de él a todas horas, robándole el dinero del almuerzo y humillando su perfecta y bienaventurada ideología. No es de extrañar que el chiquillo, nervioso y asustado, se de cuenta de que las negociaciones no servirían de nada con esa gente, y termine llamando a su tío Sam. Éste, que sabe como hacer callar las críticas, saca su magnum para defenderse y termine (casi por accidente), cargándose a los pilluelos de un tiro en la cabeza.
No es que fuera la decisión más acertada. Tal vez José luís hubiera preferido continuar con las negociaciones, hasta que su hijita, que no pintaba nada en el fregao, hubiera entregado también el dinero de su almuerzo.
Pero Estados Unidos, que es pequeño pero muy listo, sabe lo que quiere ver Europa, una atractiva y pacífica joven, por la que lleva colado desde hace años. Así que la pone en la primera fila de ese espectáculo de tiros, puñetazos y explosiones, hasta conseguir que la inocente muchacha se eche en los brazos del yanqui, porque es el bueno. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Sabéis una cosa. Desde que mis papás me contaron esta historia para dormir ya no tengo miedo al acostarme, porque sé que en alguna parte de este Mundo, los cuatro evangelistas (San Willis, San Schwarzenegger, San Norris y San Stallone), están en todo momento velando por mi seguridad.
Me río mientras me los imagino allí, protegiendo a los débiles y a los heridos. Como se ven obligados a salir de la paz y la tranquilidad en la que vivían, sin meterse con nada ni con nadie, y a coger las armas que un día se prometieron no volver a usar. Como son machacados y machacados, sin darle la satisfacción al enemigo de verse rendidos. Y como se infiltran en el cuartel general del jefe malo, en las narices de los de seguridad; rompiendo brazos y piernas de primero; cuellos y espaldas de segundo y, una vez que han agotado el cargador de su pistola, hacen estallar el edificio en mil pedazos con su última bala. Embellecerlo todo con algún chascarrillo o frase chistosa, es siempre un postre muy bien valorado por el público.
Da gusto saber que los buenos mantienen en raya a los malos, o sea sé a los nazis, los comunistas y los terroristas de Al Qaeda. Aunque creo que los nazis se están volviendo buenos. Ya no se les ve tanto en las pelis.
JOKER
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